Por qué vas tan lento. Tocas cómo si el último suspiro te fuera en ello.
Con cuidado. Tan meticulosas son tus manos que apenas puedo hacer que tu
recuerdo no sea más que un vago rumor. ¿Y por qué? Porqué el dudar no es sino
el que te permite saber si serás o no serás lo que me estás diciendo. Pero te
pregunto de nuevo: ¿por qué? No sabes nada ¿verdad? Bueno pregúntaselo al que
te ha estado escuchando toda la noche… aunque él sabrá menos que tu. Se lo he
visto en la cara. Te escucha vacío. Sí, lo sé. Así que ¿por qué? ¿Y ahora te
enfadas? De repente tu música se he vuelto contra mí y sé el por qué! No. No te
lo diré. Te destruiría. Si… hazlo temprano. Remátame con estos dedos de
pianista que apuñalan estas teclas con furia. Te has calmado. Mejor. Vamos a
hablar las cosas tranquilamente. Y empiezas de nuevo. Eres como el mar… nunca
sabes en qué momento una ola te tirara de nuevo, quizá hasta te ahogues por un
momento. Pero dime ¿por qué? No lo sabes… yo tampoco pero no me hace falta
saberlo para creerte cuando me dices que del amor al odio hay un paso y para
admirarte cuando me dices que de la perfección a lo que escucho no hay más que
el suspiro del agua del mar que un día me tragué pensando en ti. Ya sabes el
por qué! Sí, pero no me lo dirás verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario