Es sencillo y fácil divagar por
la mente, es complicado crear algo que agrade a mis manos que recorren el
teclado del ordenador sin un rumbo aparente. Divagar. Es una palabra que
supongo tiene mucha más importancia de la que muchos creemos. La podemos aplicar
en muchas situaciones, quizá, demasiadas… Divagar entre amistades, divagar
entre palabras que creemos llenas de significado y aún así vacías de
significante, divagar entre segundos, minutos que creamos para nosotros, tiempo
que llenamos de lo que sea con tal de creer que lo aprovechamos. La utilidad
del tiempo no es un cubo que se pueda llenar pero así lo tratamos. Llenamos
este tiempo imaginario de situaciones, pensamientos, acciones… de lo que sea! Y
así, cuando haya pasado no tengamos la necesidad de mirar hacia atrás y lamentarnos de lo que hemos perdido… lo perdemos igual, pues entre tanto
derroche de situaciones, acciones, entre este trastero de invención humana para
tapar el tiempo, hay un reloj que suena al compás de nuestra vida que mueve sus
agujas con cada parpadeo y cada latido. Para aprovechar el tiempo no hay
fórmula secreta, y si la hubiere, yo no la sé. Hay quien lo aprovecha leyendo
un libro, quién lo aprovecha cantando y bailando a solas en su habitación con
la música bien alta, quién lo aprovecha tomando una cerveza con sus amigos o
quién lo hace durmiendo. Aprovechar el tiempo, al menos para mí, no es acabar
el día y recordar que no has parado en todo el día. Aprovecharlo de verdad
quizá sea más una sensación de que las pocas o las muchas cosas que has hecho
durante un tiempo determinado las has hecho a conciencia, disfrutando y
enriqueciéndote de lo que hacías.
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